"Bienaventurado eres, peregrino, si tu mochila se va vaciando de cosas y tu corazón no sabe dónde colgar tantas emociones".
Antes de nada, señalar que la razón de no publicar en este blog la entrada correspondiente al día de ayer fue la siguiente...
"Y bendijo Dios el séptimo día y lo consagró, porque ese día descansó Dios de toda su tarea de crear" (Gn 1.31).
Un "pequeño" paseo de 17 kilómetros nos llevó hasta la Plaza del Obradoiro. Entramos en Santiago por un largo polígono industrial y a continuación ya entramos en la ciudad y pudimos disfrutar de las calles adyacentes a la catedral. Una vez allí nos merecíamos un descanso en la plaza y poder disfrutar del ambiente que había allí con la llegada de cantidad de grupos de peregrinos que nos contagiaban su alegría. Destacar a un grupo de Córdoba, que montó un espectáculo improvisado, contagiando a toda la plaza con sus canciones y bailes. El ambiente que se vive allí es muy distinto a otras ciudades.
Después entramos en la catedral para disfrutar de la misa del peregrino, en la cual participamos activamente porque una componente de nuestro colegio leyó la segunda lectura. A continuación pudimos comprobar el espectáculo del botafumeiro, que siempre resulta espectacular aunque lo hayas visto alguna vez más.
Después, tiempo libre por la ciudad para terminar la mañana subiendo al Monte do Gozo (en autobús urbano...), donde teníamos pensado pasar la noche.
Agradecer la visita de Marco, Merce, Javi, Daniel, Mari Luz, los abuelos de Miguel Ángel, Jaime y Jesús Ángel, con los que compartimos nuestra comida y una agradable sobremesa. Cuando estás cansado y lejos de casa, se agradecen mucho las visitas de gente conocida que te hace la vida más fácil.
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